miércoles, 24 de noviembre de 2010

"El buen Manguito"

Si bien es cierto, son 444 los escalones que edifican a este lugar bien conocido como: “Las Peñas”. ¿Importante?, no lo sé, pero lo que sí, es que en este lugar, se aprecia una gama cultural bastante abarcadora… Y uno que otro negocio trucho que nunca está de más como buenos Guayacos.


Se me ocurren algunas ideas para calificar al bohemio lugar, aquí unas cuantas: “Las Peñas, un lugar para el disfrute cultural” (fofo), “Lo bohemio en su salsa” (más fofo), “¿Hippielandia?” (muy Chafo); no necesito ser una genio para darme cuenta de las ridiculeces que he descrito, pero me justifico en lo siguiente: Las Peñas no abarcan una especificidad, porque dentro de ella se vive un abanico de “esto y aquello”.
Dentro de todo lo que se podría describir del sitio, valdría destacar la fácil exposición de obras de arte por parte de la gente, siendo más concreta, se suele describir al lugar como una oportunidad de mostrar el arte a través de cualquier forma en la que se la requiera.



No creo que deba hacer hincapié en el número de bares, pobladores, o en alguna cifra que ayude en algo a sacar algún tipo de estadística; eso está bien para los periódicos que se encargan de recolectar información dura (A fin de cuentas, por eso los compran, ¿no?). Las Peñas deben contarse en forma de historia, porque lo que se suscita allí, es justamente eso, una historia.
Empecemos con la primera.

“¡Rebeca, no temas!”

Dejando a un lado las escalinatas y las lucecitas de colores que alumbran el lugar, también, en el mismo sector, se puede apreciar un notorio contraste entre lo regenerado y lo que se ha decido olvidar. Justo al lado izquierdo de las escalinatas, se pueden ver casas de cemento sin pintar, locales en mal estado, basura en las veredas y de más. Físicamente, podría decir que sería una buena foto para una postcard con destino a Miami Beach (Mostrando los dos sitios, claro).

Fuera de la vaga descripción del lugar, es preciso exponer el peligroso negocio de la venta de droga que tiene lugar en la parte no regenerada del sector, Las Peñas.


Ahora sí, voy al grano con la historia.


Belén había llegado un poco antes que yo, con ropa no tan llamativa y un atuendo sencillo; Rebeca llegó tiempo después, a diferencia de Belén y de mí, vino vestida con una blusa notoriamente fina y con un look tremendamente llamativo (not good). Decidimos empezar por la parte “hardcore” de nuestra reportería: “El negocio de la droga”.


Tal y como estaba planeado, fuimos al sitio y caminé hacia uno de los guardianes de carros, pues también son ellos los que se encargan de vender la droga en el lugar. Rebeca no dejaba de mencionar a las deidades y santidades habitadas en el cielo, y Belén no dejaba de sonreír nerviosamente con su celular/cámara en manos. En lo que a mi respecta, algo empezó a sucederle a mis rodillas, pues empezaron a acalambrarse a medida que caminaba hacia los “dealers” (vendedores de droga), en resumen, los nervios nos comían vivas.


Fui hacia el sujeto, me dijo lo siguiente:

Dealer: Ya mamita. ¿Cómo hablámo?

Pamela: Broder, ¿Qué tienes?

Dealer: Lo que usted quiera, mijita

Pamela: mmm Ya pues, de una, ¿Tienes Perica (coca)?

Dealer: Si mija, pero esa te va costar carete, esta a ocho dólar

Pamela: Puta broder, deja nomás, dame manguito (marihuana)

Dealer: Ya, ese le cuesta 2 dólar. Yo la vuelvo a llamar y viene a retirar la movida.

Luego del pacto de la venta, decidí acercarme hacia mis detectives NO tan privadas (tómese esta última palabra, como se la suele utilizar en ciertas zonas: Privarse = Atreverse), aunque, ciertamente, ninguna de las tres estaba “Privada” que digamos. Rebeca seguía rezando el Padre Nuestro y advirtiendo a Belén en incontables ocasiones, cómo manejar la cámara. Finalmente me llamaron a retirar el producto y al acercarme, recibí un tubo de papel blanco. Pagué los dos dólares y me retiré.


Una vez fuera del sitio, pudimos sentirnos relajadas al fin, ojo, sin necesitar consumir ninguna sustancia psicotrópica. Nos sentamos en el escalón 001 de las Peñas, y desenrollamos el producto.


No Belén, no es orégano.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Debería...

Suena "Lucy in the sky with diamonds",
Debería tranquilizarme con la musiquita alegre de The Beatles.
Debería olvidarte y emepzar a recordarte con el martirio propio de una hoja apunto de dejar el árbol del que siempre se sostuvo.
Debería reemplazarte con cada gota de sudor que desciende por mi espalda, para que mueras en pleno camino del placer que nunca tocaste.
Debería transformarte en el vapor de mi tetera, porque no tengo una.
Debería,
Debería vestirme de tu piel, es la única manera de esconderme en tu abrazo.
Debería odiarte, pero aquí me tienes, haciendo todo lo contrario.
Sigue sonando "Lucy in the sky with diamonds",
y yo sigo cantando en ritmos contrarios...


lunes, 15 de noviembre de 2010

No soy...

Y viene... sólo eso, viene...
apagando el sentido de mi locura...
dejando las marcas de cera quemada en mi piel...
guardando secretos en cada poro,
ahogándome en destinos inexistentes..


No sé qué demonios quiere...
me transformo lentamente en un recuerdo..
soy un maletín olvidado en la sala de estar,
quizás me fui sintiendo de cuerina falsa, sólo para que me lleves colgada en tus hombros...
...quizás...
...quizás me vuelva polvo,
da igual, aunque no lo sea, 
vives estornudando en mi impaciencia..

viernes, 5 de noviembre de 2010

Me declaro ingenua

No entiendo al viento, me silba indomable al oído, como esperando a que yo responda sin reparos...

Alguna vez me susurró en la piel y se tendió sobre mis vellos, 
debí mostrarme mezquina esta vez, pero su canción me envolvía en toallas húmedas...

Ahora ya no sé como deshacerme de tan hermosa melodía, la hice mía…
No la quiero conmigo, pues aunque se declaré para mí, sé que comparte su ritmo con el resto de líneas en el pentagrama,
Quizás sea una alucinación mía, quizás sea una alucinación suya, quizás no sea nada y me vuelvo a los estrechos pasillos de la normalidad...
Lo que sí, es que ese viento se ha enrarecido… y no por eso, he dejado de sentirlo mío...
Al contrario, se ha amoldado a mi concepto de ingenuidad, y con ello me entrego a los huracanes de su ira...

La angustia se ha solidificado en forma de soga, asfixiante... poco frenética. 
Si tan solo aquel viento supiera que conozco todo cuanto recorre, pues me deja de pista, las hojas de otoño,
y aún así me vuelve a soplar, provocando una danza imparable en mis cabellos..

¡Hipócrita ventisca revestida de inocencia maldita!, no pretendas pensarme insensible,
pues más piel tengo para sentirte, y con ello tus verdades de cruda primavera, se transforman en fríos vientos de invierno..
Si tan sólo este ingenuo viento, supiera cuanto he descubierto, dejaría de soplar tenues brisas..

No entiendo al viento, me silba indomable al oído, como esperando a que yo responda sin reparos...


Cáncer a la Memoria

Con los dedos helados, los labios partidos, los cabellos tinturados y la piel enferma; me siento, como si me empujara el viento, como obligándome a ser vocera de su desdicha. 
Después de un chocolate caliente mal endulzado, creo ser la candidata perfecta para demoler los martirios apagados en una vela coral. 

Escribo porque así lo desean los condenados, no soy yo quien escribe, yo solo soy un insignificante aparato escritor y siento pena, pues el mentor de estas palabras murió de cáncer a la memoria. Justamente por eso, no soy yo quien escribe éstas líneas, porque si fuera yo, estaría muerta... por recordar.

Con calma avanzo, pero resulta tan tremendamente absurdo confiar en la calma, ¿No es ella la que constantemente se alimenta de nuestra ira?, entonces, ¿Cómo confiar en algo que consume la única vía de desgarro propio?. No sé, pero siempre vuelvo a ella, tan conveniente es para mí, como para el ladrón en una calle sin faros.

Y a la finales, sigo balanceándome en el cobijo de sus engaños. 
Me he resignado a obedecer a los condenados, de esos de los que hablé al inicio de este espiral de letras. Ellos, de los que soy esclava y a los que sin cansancio sirvo con diez mil latigazos encima.