Y me vuelvo aire, del aire manso,
y me vuelvo espina en el cordel de tus llantos,
desvisto en sedas el lamento de mi ira,
deambulo en las veredas de tu eterna calle,
y desearía perderme en uno de tus callejones,
para después desesperarme en las paredes de tu cuerpo.
Entregarme a la luz de tu luna mezquina,
morir en los vientos secos de mi angustia,
beberte en cada paso que refugian mi dudas,
y marcarte con mi impaciencia...
Y quedarme sola... en tu vereda sola... en tu calle sola...
Sola, contigo.
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